¿CÓMO DIFERENCIAR UN VERDADERO APÓSTOL DE UNO FALSO?
Con gran sorpresa, y mucha preocupación, los
evangélicos estamos viendo surgir un popular y atractivo movimiento apostólico
y profético. Realmente esto no es nuevo, pues, la historia de la iglesia nos
registra otros renacer del movimiento apostólico y profético en épocas
tempranas de la cristiandad.
Aún en vida de algunos apóstoles del Cordero (los 12
apóstoles más Pablo), se habían levantado muchos hombres reclamando ser también
apóstoles, y lo mismo pasó en los días cuando Juan se encontraba en la isla de
Patmos. Las iglesias estaban siendo invadidas por apóstoles que no formaban
parte de aquellos autorizados directamente por Cristo.
Ahora, siendo que el mismo Señor Jesús anunció que los
falsos pastores, falsos apóstoles, falsos profetas y falsos maestros entrarían
al seno de la iglesia; entonces, es deber de la iglesia y de sus líderes,
siempre que surgen esta clase de movimientos, revisar si son movimientos del
Espíritu Santo o meros caprichos e invenciones de hombres amantes de sí mismos
y enemigos de la cruz de Cristo.
Algunos creyentes no se atreven a hacer un análisis
crítico de esta clase de movimientos, porque consideran que no es
responsabilidad del creyente y que las iglesias más bien deben estar dedicadas
a predicar el evangelio de la reconciliación, en vez de estar criticando a los
demás.
Aunque es cierto que nuestro principal deber es
anunciar el VERDADERO evangelio de la reconciliación, no obstante, siendo que
la iglesia es columna
y baluarte de la verdad (1
Tim. 3:15), entonces a ella le corresponde analizar cada nuevo movimiento que
surja en su seno para determinar si es conforme a la verdad, o si es falso, con
el fin de denunciarlo.
Cuando surgió un nuevo movimiento apostólico en
tiempos del apóstol Juan, la Iglesia de Éfeso no se quedó quieta, sino que usó
el discernimiento espiritual, a través de la Palabra, e indagó a estos nuevos
apóstoles, los pusieron a prueba y compararon lo que ellos hacían y enseñaban
con las marcas o señales de los verdaderos apóstoles, y luego de este examen
minucioso los expulsaron de la iglesia y los denunciaron como falsos apóstoles:
“Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes
soportar a los malos, y has probado a los que se dicen ser apóstoles, y no lo
son, y los has hallado mentirosos” (Ap. 2:2).
Una iglesia verdadera no es ingenua, y no se deja
engañar por movimientos que tratan de imitar al verdadero accionar que el
Espíritu Santo tuvo en tiempos apostólicos. Ahora, nos preguntamos ¿De qué
manera la iglesia de Éfeso pudo probar a los que se decían ser apóstoles?
¿Tenemos esa regla hoy día?
Siendo que Dios sabía que la Iglesia iba a correr el
peligro de ser víctima de falsos apóstoles, profetas, maestros y pastores,
entonces nos dejó principios muy claros para reconocer a los verdaderos
profetas, pastores, apóstoles y maestros.
Las cartas de Pablo a Timoteo y Tito nos dan las
cualidades de los verdaderos pastores, obispos o ancianos. La carta de Judas
nos describe a los falsos maestros. La Biblia entera contrasta a los verdaderos
profetas de los falsos (pueden solicitar a mi email el ensayo Los profetas y
la profecía en la Biblia, en este escrito revisamos muchos textos bíblicos
donde nos indican cómo reconocer a los verdaderos profetas); pero también el
Nuevo Testamento nos presenta las señales o cualidades de los verdaderos
apóstoles, fue de esta manera que la iglesia de Éfeso se libró de los falsos
apóstoles.
Por lo tanto, en este estudio vamos a revisar, a la
luz de la Biblia, cómo distinguir entre un verdadero apóstol y uno falso, de
esa manera, usted mismo tendrá la capacidad, con la ayuda del Espíritu Santo,
para diferenciar a los unos de los otros.
- Los apóstoles del Cordero debieron caminar con
Cristo en esta tierra desde el bautismo de Juan hasta su ascensión a
los cielos y son testigos presenciales de la resurrección. En Hechos capítulo 1 encontramos la elección del
reemplazo de Judas Iscariote. Él había formado parte de los 12 apóstoles, pero
al final de sus días evidenció que era un falso creyente y cayó del apostolado.
Por lo tanto, el apóstol Pedro, siguiendo a las Sagradas Escrituras que
hablaban acerca de buscar un reemplazo para Judas, pidió a la iglesia que
oraran y buscaran la dirección al respecto.
Se trataba de buscar, entre los hermanos (varones) que
formaban parte de la iglesia de Jerusalén, uno que pudiera ser contado entre
los doce apóstoles. Pero esta no fue una decisión que podía tomar el apóstol
Pedro o los otros apóstoles, sino que Dios mismo, a través de la Iglesia,
obraría para designar el nuevo apóstol.
Es interesante notar que no cualquier hombre podía ser
contado entre los apóstoles, sino que había unos requisitos:
- Que haya estado junto a los otros apóstoles durante
todo el ministerio de Cristo, desde el bautismo de Juan hasta su ascensión. Es
decir, que haya sido testigo presencial de los tres años del ministerio de
Cristo (Hch. 1:21-22)
- Que haya sido testigo presencial de la resurrección de
Jesús, es decir, que haya visto al Cristo resucitado (Hch. 1:22).
Hubo dos varones que cumplían con esos requisitos, y
de entre ellos, el Señor señaló a Matías, el cual fue contado entre los
apóstoles (Hch. 1:26).
De manera que la Biblia nos da los requisitos para que
un hombre pueda ser considerado apóstol: que haya caminado con Cristo en esta
tierra y haya sido testigo presencial de su resurrección.
Es por esa razón que cuando Pablo se presenta como
apóstol, las iglesias, en un principio, dudaron de su apostolado, pues, él,
aparentemente no cumplía con estos requisitos. Pero Pablo, aunque no formó
parte de los 12, si era un verdadero apóstol, por lo tanto, veamos cuáles
fueron las argumentaciones que él usó para ser reconocido como uno de ellos, y
a la misma vez, usted deberá analizar si los que hoy día se dicen ser
apóstoles, cumplen con estos requisitos, pues, es muy seguro, que ninguno hoy
día cumple con los requisitos establecidos en Hechos 1, pues, debería ser una
persona con una edad aproximada de 2.008 años, lo cual es imposible.
Pero es posible que algunos de los que hoy día se
hacen llamar apóstoles piensen que, obviamente, no pueden ser considerados de
la clase apostólica de los 12, pero sí de la clase a la cual pertenecía el
apóstol Pablo. Por lo tanto, revisemos las marcas o señales de la clase
apostólica de Pablo.
- El
apóstol, de la clase de Pablo, no es ordenado como tal por otro apóstol, sino
directamente por Cristo: En
muchos textos Pablo reclama ser apóstol, no por voluntad humana, es decir, no
por decisión de algún otro apóstol o de un pastor, sino por Cristo mismo: “Pablo,
llamado a ser apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios…” (1 Cor. 1:1);
“Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según
hombre; pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por
revelación de Jesucristo” (Gál. 1:11-12). Los verdaderos apóstoles no son
nombrados por otras personas, sino que Jesucristo mismo es quien lo hace. Sobre
los ancianos o pastores, y los diáconos, se impone las manos para su
ordenación, más esto no se hace sobre los apóstoles, porque éstos no son
nombrados por ningún hombre, sino por Cristo mismo. Ni siquiera los apóstoles
del Cordero tenían la autoridad para nombrar a otros apóstoles, lo único que
ellos podían ordenar era ancianos o pastores en las iglesias: “Y
constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los
encomendaron al Señor en quien habían creído” (Hch. 14:23). El apóstol
Pablo envió a su comisionado apostólico Timoteo a una iglesia para que
corrigiera lo deficiente, y una de las cosas que debía hacer era, no ordenar
apóstoles, sino ancianos: “Por esta causa te dejé en Creta, para que
corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo
te mandé” (Tito 1:5). No es verdad que Dios destinó al ministerio
apostólico para que permaneciera para siempre, ni tampoco es verdad que las
iglesias locales deben tener “Apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y
maestros” (Ef. 5:12), pues, de ser así, entonces los apóstoles hubiesen
ordenado apóstoles, profetas, pastores en todas las iglesias, pero no fue así.
Ellos sólo ordenaron ancianos, que es el ministerio que continuaría a
perpetuidad. Para un estudio más profundo del fundamento apostólico de la
iglesia y en qué consiste esto, puede escribirme solicitando el material “El
fundamento apostólico de la Iglesia”.
- El apóstol de la clase de Pablo, también vio a Cristo resucitado. Pablo, defendiendo su apostolado, pone como prueba de ello el haber visto al Cristo resucitado: “¿No soy apóstol? ¿No he visto al Señor Jesucristo” (1 Cor. 9:1). Aunque Pablo no caminó con Cristo en las tierras de Palestina, y no podía ser reconocido como apóstol, en el sentido estricto de los 12, pues, este era un requisito para ello; no obstante, Pablo dice que el Señor lo nombró como apóstol a los gentiles y con el fin de cumplir con los requisitos para ser apóstol, el Señor le anunció de manera directa todo el evangelio que había enseñado a los apóstoles y también se le apareció en persona: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí” (1 Cor. 15:3-8).
El mismo Señor Jesucristo le enseñó el Evangelio a
Pablo (Lean Gálatas cap. 1 y 2) y se le apareció en persona, y lo llamó al
apostolado, por lo tanto, él dice: “yo soy apóstol, tengo una de las marcas que
se requieren para ello”. La pregunta que nos debemos hacer ahora es ¿Será que
algunas de las personas que se hacen llamar apóstoles cumplen con esta
condición? “Definitivamente es el último apóstol que Dios llamó” (Kistemaker).[1]
Ahora, es posible que algunas de las personas que hoy
día se hacen llamar apóstoles digan que efectivamente a ellos también se les
apareció el Señor resucitado, aunque esto es muy improbable, por no decir:
imposible, vamos a creerles. Pero esta no es la única marca o señal para
reclamar el oficio del apostolado, pues, la Biblia presenta otras. Miremos
cuáles son las otras marcas y que esto nos permita identificar a los verdaderos
apóstoles, y desechar a los falsos.
- El apóstol tiene la capacidad, por el Espíritu de
Dios, de hacer señales milagrosas. En la gran comisión que Cristo dio a los discípulos,
prometió algo, que se dirigía de una manera especial a los apóstoles. Marcos
resalta que estas palabras fueron dichas, no a todos los discípulos, sino
solamente a los once, es decir, los apóstoles: “Finalmente se apareció a los
once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y
dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto
resucitado. Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda
criatura… Y estas señales seguirán a los que creen: en mi nombre echarán fuera
demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si
bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus
manos, y sanarán” (Mr. 16:14-16, 18).
Que estas señales iban a ser hechas de manera especial
por los apóstoles queda claro en el relato que nos hace Lucas en el libro de
los Hechos 5:12 “Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y
prodigios en el pueblo”.
Pablo, nuevamente defendiendo su apostado entre los
hermanos de Corinto, afirma que efectivamente en él se han visto las señales
apostólicas: “Con todo, las señales de apóstol han sido hechas entre
vosotros en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros” (2 Cor.
12:12). De manera que para comprobar si un hombre es verdadero apóstol,
entonces debemos verificar que a través de él el Señor haya hecho estas señales
milagrosas. Ahora, es posible que algunos hoy día digan que sí, que ellos han
hecho estas señales poderosas. No obstante, esto tampoco es garantía de que
efectivamente sean un apóstol verdadero, pues, la Biblia también nos advierte
de muchos que, por el poder del diablo harán milagros: “También hace grandes
señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra
delante de los hombres. Y engaña a los moradores de la tierra con las señales
que se le ha permitido hacer en presencia en presencia de la bestia…” (Ap.
13:13-14). Jesús mismo advirtió de muchos falsos profetas que se levantarán en
el mundo (muchos dentro del pueblo cristiano), los cuales tendrán la capacidad
de hacer señales portentosas: “Porque se levantarán falsos cristos, y falsos
profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si
fuere posible, aún a los escogidos” (Mt. 24:24). Gracias al Señor que
guarda a sus escogidos del engaño de los falsos apóstoles, y a los que han
estado bajo sus garras los libra para conducirlos a iglesias bíblicas.
Entonces, si no necesariamente los verdaderos
apóstoles son los únicos que hacen señales, entonces, ¿qué otra señal o
distintivo tienen los verdaderos?
- Los verdaderos apóstoles no son gravosos a las
iglesias, no coaccionan a las personas a dar dinero para sus ministerios,
ni usan astucias para recibir donaciones, antes, por el contrario, se entregan
por completo a la iglesia. Pablo tuvo que defender mucho su apostolado, pues, las
iglesias no lo querían reconocer porque él no formaba parte de los doce, pero,
Pablo demuestra a través de ciertas señales que sí es un apóstol. Y otra señal
o evidencia apostólica es el desapego a lo económico, la actitud de no ser
carga económica a la iglesia que se ministra. Dice el apóstol: “Pequé yo
humillándome a mí mismo, para que vosotros fueseis enaltecidos, por cuanto os
he predicado el evangelio de Dios de balde?” (2
Cor. 11:7).
Aunque muchas iglesias colaboraron económicamente con
el ministerio de Pablo, no obstante, él no andaba pidiendo dinero a las
iglesias para sí mismo, y las ocasiones en las que pidió dinero no fue para él,
sino para ayudar a los creyentes pobres. Mientras Pablo no cobraba ni forzaba a
las personas a dar dinero para su ministerio, los falsos apóstoles sí lo
hacían, ellos se especializaban en esclavizar a las personas, en devorarlas, en
quitarles los bienes materiales a los hermanos, por eso Pablo les reclama
irónicamente a los corintios: “Pues toleráis si alguno os esclaviza, si
alguno os devora, si alguno toma lo vuestro, si alguno se enaltece, si alguno
os da bofetadas” (2 Cor. 11:20). Lastimosamente muchas personas religiosas
no tienen la capacidad de discernir entre lo falso y los verdadero, y aunque
los falsos apóstoles les esclavizan y los explotan económicamente, prefieren
continuar bajo el engaño, creyendo que son verdaderos siervos del Señor, pero
realmente no lo son. Escuchemos lo que Pablo dice de ellos: “Porque estos
son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de
Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de
luz.” (2 Cor. 11:13-14).
El verdadero apóstol no es codicioso del dinero, ni
con lisonjas, engaños o palabras bonitas trata de recibir bienes materiales.
Aunque las iglesias deben sostener a los apóstoles, no obstante ellos no tienen
un espíritu materialista y confían en el Señor: “Porque nunca usamos de
palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos
avaricia; Dios es testigo; ni
buscamos gloria de los hombres, ni de vosotros, ni de otros, aunque
podíamos seros carga como apóstol de Cristo. Antes fuimos tiernos entre
vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos. Tan grande
es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el
evangelio de Dios sino
también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy
queridos. Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo
trabajando de noche y de día, para
no ser gravosos a
ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios. Vosotros sois
testigos, y Dios también, de
cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los
creyentes” (1
Tes. 2:5-10).
Cuando el apóstol Pablo se despedía de los ancianos de
Éfeso, les advirtió que luego de su muerte, y la muerte de los verdaderos
apóstoles, a las iglesias entrarían falsos ministros que no tendrían
misericordia del rebaño, sino que los explotarían y engañarían con el fin de
satisfacer sus deseos de poder y avaricia, actuando de manera contraria a los
apóstoles, los cuales podían decir de todo corazón: “Ni plata ni oro ni
vestido de nadie he codiciado. Antes vosotros sabéis que para lo que
me ha sido necesario a mí y a los que están conmigo, estas manos me han servido”
(Hch. 20:33-34).
- Los verdaderos apóstoles son misioneros o enviados
para llevar el evangelio a lugares donde no es conocido, por lo tanto, sus
señales más distintivas son los sufrimientos y necesidades que deben pasar por
su labor evangelizadora. La Palabra griega para apóstol es apostolos, el
cual se deriva del verbo apostelló.
Su significado básico es enviado o mensajero. En ese
sentido, todos los apóstoles (los 12), Pablo, y otros misioneros en el Nuevo
Testamento son llamados apóstoles. Estos misioneros debían llevar la
predicación de la cruz a todas las naciones y lenguas. Hoy día tenemos
misioneros o enviados, los cuales van a muchos lugares de este mundo donde el
evangelio no ha sido predicado. Si nosotros habláramos el griego koiné,
diríamos que ellos son apóstoles. En ese sentido, todos los misioneros son
apóstoles, más no Apóstoles en el sentido de la dignidad y autoridad de los que
presenciaron la resurrección de Cristo, los cuales se convirtieron en el
fundamento de la iglesia y cuyo ministerio no se requería más. Ahora, los
verdaderos apóstoles (enviados) se caracterizan por lo siguiente: “No damos
ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea vituperado;
antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha
paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias, en azotes, en
cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos…” (2 Cor.
6:3-5).
Mientras algunos miembros de iglesias, como las de
Corinto, se jactaban ser ricos materialmente en Cristo, los apóstoles hacían lo
contrario, pues, ellos, se entregaban en cuerpo y alma a la misión: “Ya
estáis saciados, ya estáis ricos, sin nosotros reináis.
¡Y ojalá reinaseis, para que nosotros reinásemos también juntamente con
vosotros! Porque según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles
como postreros… hasta ahora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos,
somos abofeteados, y no tenemos morada fija. Nos fatigamos trabajando con
nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos, padecemos persecución, y la
soportamos” (1 Cor. 4:8-12).
- Los
verdaderos apóstoles no reciben siembras económicas a cambio de milagros o
transmisión de la unción. Ellos
no estaban interesados en el dinero de las iglesias, aunque si recibían
donaciones para sus misiones. Mas, ninguno de ellos engañó a los demás
pidiéndoles dinero para que ellos pudieran transmitir la unción, la sanidad o
la bendición de Dios. Los apóstoles verdaderos, no sólo evitaban pedir dinero
de una manera inapropiada para un siervo de Dios, sino que impedían que les
hicieran siembras económicas para recibir un milagro o bienestar económico a
cambio (las veces que el apóstol Pablo pidió dinero y animó a darlo con
liberalidad, no fue para él, sino para los hermanos más pobres).
Los verdaderos apóstoles siguen las instrucciones de
su Señor, y él fue muy claro cuando comisionó a los doce: "Y yendo,
predicad, diciendo: El Reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos,
limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia
recibisteis, dad de gracia" (Mt. 10:7-8). En una ocasión un
creyente de la iglesia de Samaria aprovechó la visita apostólica de Pedro, y al
ver que éste tenía una poderosa unción, decidió hacerle una siembra a cambio de
que orara por él dándole esta misma unción: “Dadme también a mí este poder,
para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba al Espíritu Santo” (Hch. 8:18-19).
Claramente esto era una siembra o, como le llaman hoy día, “un pacto”. Pero
¿cómo respondió un verdadero apóstol?: “Entonces Pedro le dijo: Tu dinero
perezca contigo, porque
has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero” (Hch. 8:20).
Para saber si una persona que se hace llamar apóstol
es uno verdadero, es necesario mirar, además de lo anterior, su actitud hacia
el dinero y los bienes materiales. Si es una persona codiciosa, que quiere
vivir en mucha comodidad, andar en los mejores autos, hospedarse en los mejores
hoteles, vestir la mejor ropa, comer en los mejores restaurantes; es muy
probable que ese sea un falso
apóstol, obrero fraudulento, mercader de la fe. Huye de él, como el que huye de
una serpiente venenosa. No
te fijes en fu calidad de expresión, o en su personalidad carismática, en los
supuestos milagros que hace: no es un verdadero apóstol.
- Los verdaderos apóstoles no dedican el tiempo a
predicar de dinero, sino a Cristo y su cruz. Este es el único mensaje que ellos
quieren transmitir, porque son apóstoles de Cristo. El apóstol Pablo dedicó dos capítulos de la 2 carta a
los Corintios para hablar respecto a las ofrendas que se le daban a los pobres,
y trató algo sobre el mismo tema en la carta a los filipenses, y en algunas
otras pocas ocasiones animó a los creyentes a ofrendar con liberalidad para
socorrer a los pobres. También en algunas pocas ocasiones agradeció a las
iglesias por las donaciones que hicieron para sus viajes misioneros; más él no
se la pasaba predicando sobre el tema de las ofrendas, ni de las siembras, pues,
siendo un apóstol o enviado de Cristo, su máximo interés era que la gente
conociera a Cristo y su cruz: “Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado”
(1 Cor. 1:23); “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a
Jesucristo, y a éste crucificado (1 Cor. 2:2). Si un día
alguien pretende tener el ministerio apostólico, entonces, debe imitar a los
verdaderos apóstoles, no a los falsos, debe escuchar la exhortación del apóstol
Pablo: “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen
según el ejemplo que tenéis en nosotros (los apóstoles).
Porque por ahí andan
muchos (falsos
apóstoles y falsos ministros del evangelio), de los cuales os dije muchas
veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de
la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el
vientre, y cuya
gloria es su vergüenza, que sólo
piensan en lo terrenal” (Fil. 3:17-19).
Creo que hemos ahondado en el asunto, y, según lo que
la Palabra nos ha enseñado, ya tenemos las bases para evaluar si los
predicadores que hoy día se hacen llamar apóstoles realmente lo son, o no son
más que falsos profetas, que engañan y conducen las almas al infierno,
llevándolas a confiar en las cosas materiales, pero negando el verdadero
evangelio que conduce a la salvación.
Su servidor en Cristo,
Julio César Benítez
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