SOBRE EL PODER Y LA PRIMACÍA DEL PAPA
ULTIMA PARTE
Que el Papa no es de iure divino, es decir, en virtud de la Palabra de Dios, la cabeza
de toda la cristiandad (porque esto le corresponde solamente a Jesucristo),
sino sólo el obispo o el pastor de la iglesia de [la ciudad] Roma o de todas
aquellas que voluntariamente o por obediencia a una institución humana (esto es
la autoridad secular) se han supeditado a él, no bajo él como un señor, sino
junto a él, hermanos y colegas, como cristianos, como lo demuestran los
antiguos concilios y los tiempos de San Cipriano.
No obstante, ningún obispo, ni siquiera un rey
o emperador se atreven a llamar al Papa
“hermano”,
como en aquellos tiempos, sino que tiene que nombrarlo “muy excelentísimo señor”.
Esto no lo queremos, no lo debemos y no lo podemos admitir en nuestra
conciencia. El que lo quiera hacer, que lo haga sin nosotros.
De aquí
se deduce que todo lo que el Papa ha realizado y emprendido basándose en tal
falso, perverso, blasfemo, usurpado poder, no ha sido ni tampoco hoy día más
que cosas y negocios diabólicos (salvo en lo que concierne al poder secular,
donde Dios se sirve de un tirano o de un malvado para hacer el bien a un
pueblo) para perdición de toda la santa iglesia cristiana (en cuanto de él depende)
y para destruir este primer artículo principal de la redención por Jesucristo.
En efecto,
todas sus bulas y libros están ahí, en los que semejante a un león, ruge (como
lo representa el ángel del capítulo 12 del Apocalipsis) que ningún cristiano
puede ser salvo, si no es obediente y se somete a él en todas las cosas, en lo
que quiera, en lo que diga, en lo que haga. Esto equivale a decir: “Aunque
creas en Cristo y tengas todo en él cuanto es necesario para la salvación, será
en vano todo y de nada de ha de valer, sino me consideras como a tu Dios y no
te sometes y me obedeces”. Sin embargo es manifiesto que la santa iglesia
estuvo sin Papa por lo menos quinientos años y hasta hoy la iglesia griega y
muchas otras iglesias que hablan otros idiomas no han estado nunca ni están
bajo el dominio del Papa.
Esto, como se ha dicho a menudo, es una
invención humana que no está basada sobre ningún mandamiento, es innecesaria y
vana, pues la santa iglesia cristiana puede permanecer bien sin tal cabeza e
incluso habría permanecido mejor, si tal cabeza no se le hubiera agregado por
el diablo.
Además, el
papado no es ninguna cosa útil en la iglesia, ya que no ejerce ninguna función cristiana.
Por
consiguiente, la iglesia debe permanecer y subsistir sin el Papa.
Por lo tanto, la iglesia nunca puede estar
mejor gobernada y mejor conservada que cuando todos nosotros vivimos bajo una
cabeza que es Cristo, y los obispos, todos iguales en cuanto a su función
(aunque desiguales en cuanto a sus dones) se mantienen unánimes en cuanto a la doctrina,
fe, sacramentos, oraciones y obras del amor, etc. De este modo escribe San
Jerónimo que los sacerdotes de Alejandría gobernaban en conjunto y en común las
iglesias, como los apóstoles lo habían hecho también y después todos los obispos
en la cristiandad entera, hasta que el Papa elevó su cabeza por encima de
todos.
Este hecho
demuestra evidentemente que el Papa es el verdadero Anticristo, que se ha colocado
encima de Cristo y contra Él, puesto que no quiere que los cristianos lleguen a
ser salvados sin su poder, a pesar de que no vale nada, porque no ha sido
ordenado ni mandado por Dios.
Esto propiamente, como dice San Pablo, “se
opone y se levanta contra Dios” (2 Ts. 2:4). Los turcos y los tártaros no
actúan así, aunque sean muy enemigos de los cristianos; al contrario, dejan
creer en Cristo al que quiera y no exigen de los cristianos sino el tributo y
la obediencia corporales.
Pero el papa no quiere dejar creer [en
Cristo], sino que se le debe obedecer para ser salvo. Eso no lo haremos, antes
moriremos en el nombre de Dios.
Todo esto
viene porque el papa ha exigido ser llamado de
jure divino jefe de la iglesia cristiana. Por eso se tuvo que colocar a la
par de Cristo y sobre Cristo, y ensalzarse como la cabeza y después como el
señor de la iglesia y finalmente también de todo el mundo y directamente un
Dios terrenal, hasta a atreverse a dar órdenes a los ángeles en el Reino de los
Cielos.
Al fin y al
cabo nadie sino el mismo diablo es quien con engaño de las misas, el
purgatorio, la vida conventual, realiza su propia obra y su propio culto (lo que
es, en efecto, el verdadero papado), sobreponiéndose y oponiéndose a Dios,
condenando, matando, y atormentando a todos los cristianos que no ensalzan y
honran sobre todas las cosas tales horrores suyos. Por lo tanto, así como no
podemos adorar al diablo mismo como un señor o un dios, tampoco podemos admitir
como cabeza o señor en su gobierno a su apóstol, el Papa o Anticristo. Pues su
gobierno papal consiste propiamente en mentiras y asesinatos, en corromper
eternamente las almas y los cuerpos, como ya he demostrado esto en muchos
libros.
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