POR QUE ES TAN IMPORTANTE COMULGAR CON LOS DE LA MISMA FE
En cierta ocasión estaba conversando
con un miembro de una iglesia evangélica reformada quien me pregunto: ¿Por qué
los luteranos no comulgan con los evangélicos? Mi respuesta fue: porque las
doctrinas de ustedes son muy diferentes a las de la Biblia. En el transcurso de
la conversación le mostraba las diferencias que teníamos, y al final me dijo:
¿entonces en el cielo estarán ustedes en otro grupo aparte? Esa fue una muy
buena pregunta a la que más tarde se dio una respuesta clara. Con base en la
comunión cerrada que practicamos, que realmente se hace es por amor a ellos,
muchos inventan chistes de los luteranos confesionales por el hecho de no
comulgar con ellos en lo espiritual.
Ahora, ¿Por qué no podemos nosotros
comulgar juntos con las personas de otras denominaciones? La respuesta es: Dios
nos manda que seamos uno en todo lo que su Palabra enseña para que podamos
comulgar con otros, y cuando no lo hacemos, es por amor. La comunión cerrada
significa que le daremos, Como Dios quiere, la Santa Cena sólo a los que son uno
con nosotros en todo lo que creemos y
enseñamos.
¿Creemos que somos los únicos que serán
salvos? No, pues sabemos que donde se predica el evangelio allí habrá
creyentes. Pero Dios quiere que le demos la Santa Cena sólo a los que están
instruidos de modo que saben el significado de la muerte de Cristo (1 Corintios
11:28-29). Sabemos que los reformados no creen en la presencia real del cuerpo
y la sangre de Cristo en la cena del Señor; ellos creen que el pan y el vino
sólo representan el cuerpo y la sangre de Cristo, por eso no comulgaremos con
ellos.
Pablo dice en Romanos 16:17:“Mas os
ruego hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en
contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de
ellos.” Aquí vemos lo importante de comulgar solo con los hermanos que confiesan
la misma fe, nos reunimos en oración, en alabanza, en acciones de gracias, en amonestación,
en el fortalecimiento, en solidaridad, en todo evento que tenga que ver con nuestra
iglesia. Un claro ejemplo de esto lo notamos en los hechos de los apóstoles;
los primeros cristianos compartían en la casa de Dios y en las casas de los
hermanos donde comían y se regocijaban por el regalo que Dios les había dado al
enviar a su hijo Jesús a morir por ellos. “Y perseveraban en la doctrinas de
los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en
las oraciones”… “Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el
pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón.” (Hechos 2:
42; 46).
Ese lazo de fe que viene del Espíritu
Santo hace que los cristianos se reúnan en solidaridad y en compañerismo, hace
que se reúnan en las congregaciones para estudiar la palabra y crecer en la fe
como se hizo en las primeras iglesias que Pablo había fundado. “Mirad cuan bueno
y cuan delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía” (Salmo 133:1).
A veces llegamos a pensar que los
únicos hermanos creyentes, con quienes confesamos la misma fe, son los que
están en nuestra congregación o en nuestro país, pero no es así. Dios ha hecho
que su palabra sea sembrada en otras partes del mundo y crezca de tal manera que
nosotros podamos compartir la misma fe con ellos. Hoy en día, podemos compartir
nuestra fe con ellos mediante los medios de comunicación, las revistas, y hasta
por el internet; llegamos a compartir por medio del culto virtual con muchos
creyentes de muchas partes del mundo, alabando juntos el nombre de Dios, dando
gracias en todo momento. Lo importante de compartir con nuestros hermanos
alrededor del mundo, es que podemos hacer que otras personas conozcan a Jesús y
para que la verdadera doctrina perdure no se pierda ni se contamine, porque el
error puede destruir la fe, además es la palabra de Dios que está en juego y
también las personas.
El Señor nos ha dado su evangelio en su
palabra y en los sacramentos, de tal manera que tenemos un tesoro para
compartir. Sabemos lo importante que es estar todos unidos en el Señor y en una
sola fe compartiendo juntos como dice el himno 133 del culto cristiano:
Amémonos, hermanos, con tierno y
puro amor;
que un solo cuerpo somos, y nuestro Padre es
Dios.
Amémonos, hermanos; lo quiere el Salvador,
que su preciosa sangre por todos derramo.
Amémonos, hermanos, en dulce comunión;
y paz y afecto y gracia dará el Consolador.
Amén.
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