sábado, 26 de mayo de 2012

CELEBRANDO PENTECOSTES


LA COSECHA DEL PENTECOSTÉS CONTINÚA

El Pentecostés originalmente era una fiesta de recolección de las cosechas, y por eso era una fiesta de alegría y acción de gracias. En los tiempos de Cristo se caracterizó como una fiesta cristiana por la cual el Espíritu Santo se regocija en la iglesia cristiana primitiva, recogiendo sus frutos por medio de la Palabra leída, escuchada, predicada y enseñada. Hoy también el Espíritu Santo sigue obrando y fortaleciendo la fe de los corazones creyentes bendiciéndonos con los sacramentos, y es por eso que damos gracias a Dios por el tiempo de Pentecostés.
Pues él en su gracia obra la fe salvadora en nosotros sin ningún mérito ni colaboración nuestra, como nos enseña San Pablo en Efesios: Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe 2:8-9).
En la fiesta de Pentecostés conmemoramos la venida del Espíritu Santo, y es la fiesta que celebramos cincuenta días después de la pascua. En esta recordamos la promesa de Dios dada a los antiguos en el libro de Joel: Después de esto derramaré mi espíritu sobre todo ser humano, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. También sobre los siervos y las siervas derramaré mi espíritu en aquellos días (2:28-29).
La fidelidad de Dios es perfecta y es una realidad en cuanto a sus promesas llenas de gracia para todos los hombres de todas las naciones. Pues para todas las familias incluyendo a nuestros hijos viene el Espíritu Santo, como ocurrió en el libro de los Hechos: Cuando llegó el día de Pentecostés estaban todos unánimes juntos. De repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablaran. Vivían entonces en Jerusalén judíos piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Al oír este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno los oía hablar en su propia lengua.
Estaban atónitos y admirados, diciendo: —Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, los oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?... Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo:
 ...Israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a este, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándolo. Y Dios lo levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuera retenido por ella... A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
Así que, exaltado por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís.
Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha hecho Señor y Cristo.
Al oír esto, se compungieron de corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:
—Hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: —Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del
Espíritu Santo, porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llame.
Y con otras muchas palabras testificaba y los exhortaba, diciendo: —Sed salvos de esta perversa generación. Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados, y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones (2:1-40, versículos escogidos).
Uno de los grandes milagros de ése día fue la manera como Dios trajo su palabra a través del Espíritu Santo en diferentes lenguas a la tierra, convenciendo al hombre de sus pecados por la ley y también convenciéndolo de su perdón gratuito a través de Cristo Jesús por el evangelio, recogiendo para la vida eterna una cosecha de mas de 3,000 almas. Además de los discípulos estos también eran testigos de Cristo desde ese mismo momento; y además de ellos nosotros hoy somos testigos del mismo evangelio.
Podemos concluir pues que todos nosotros somos un milagro más de Dios en su infinita gracia. Las promesas de Jesús a sus discípulos se dieron en esta misma fiesta como él lo anunció en el evangelio de Juan: Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo hará saber (16:13-14).
Jesús ve como comienza a florecer la iglesia y aún a dar frutos, a través de su Espíritu Santo y su promesa cumplida como consolador, como consejero, como santificador, como iluminador, como fuente de paz y gozo. Aun nosotros por las escrituras somos testigos de todas estas cosas, y Dios desea que motivados por amor a Cristo llevemos y vivamos este evangelio a todas partes, y que por su Espíritu Santo todos juntos podamos decir: Señor vuélveme el gozo de tu salvación y espíritu noble me sustente. Amén.

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